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EVOLUCIÓN RECIENTE EN EL TRATAMIENTO DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA PARA EL ANÁLISIS TERRITORIAL. La eclosión de nuevas tecnologías de la información relacionadas con el análisis territorial, como son los Sistemas de Información Geográfica y la Teledetección han supuesto, en ámbitos restringidos por ahora y deberían suponer en la generalidad del análisis geográfico, una revolución en la propia definición, concepción y aceptación de disciplinas que como la Geografía o la Cartografía ahora sí pueden crear datos e informaciones propias obtenidas con procedimientos y herramientas que desde otras disciplinas son aceptados al mismo nivel que las mediciones que la física o la química aportan a los datos obtenidos por las mismas. Pero hay que añadir, además, que estas nuevas tecnologías no son sólo unas herramientas que permiten obtener datos geográficos de calidad, sino que son la plasmación misma del objetivo de la Geografía, la explicación de fenómenos y variables a través de la interrelación en el espacio y el tiempo de los recursos naturales y la actividad humana.. No obstante, no es así como, por lo general, se está entendiendo el papel de estas nuevas tecnologías. Se debería de haber producido una verdadera revolución en la concepción del análisis geográfico y de la Cartografía, no sólo, como es lo normal, un uso de herramientas más o menos complicadas como meros instrumentos. Es así como estas tecnologías lejos de haber sido asumidas conceptualmente, y con ello asociadas consustancialmente, desde fuera y desde

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dentro, con la Geografía y la Cartografía, se han convertido en herramientas técnicas que son utilizadas por los geógrafos y los cartógrafos, como por otros profesionales, para realizar más cómodamente, con un barniz de modernidad, los mismos análisis que hasta el presente se venían realizando. Se puede estar perdiendo, así, una oportunidad extraordinaria de revolucionar el análisis geográfico tradicional y la Cartografía y de consolidar, con ello, métodos de análisis basados en nuevos modelos conceptuales de la relación espacio-temporal de los fenómenos que acontecen en la Tierra. Esta visión de las nuevas tecnologías como meras herramientas denota una incomprensión de lo que realmente las mismas aportan como nuevo enfoque geográfico. El cambio de enfoque se podría simplificar en un ámbito como el cartográfico, por ejemplo, en que no basta con digitalizar un mapa que ya existe y derivar de él información geográfica con el uso de estas tecnologías, sino que hay que crear un nuevo concepto de Cartografía a partir de la nueva información geográfica que estas tecnologías permiten generar ahora. La utilización de estos nuevos procedimientos para llevar a cabo análisis espaciales puede tener dos vertientes hoy en día. Una, la más extendida, sólo contempla el aspecto más anecdótico de estas técnicas, convirtiéndolas en un apoyo de los procedimientos convencionales del análisis geográfico y sin plantear ningún cambio conceptual o metodológico en el análisis de los temas sobre los que se construye la información geográfica. Bajo este enfoque, por ejemplo, la tecnología no deja de ser un elemento extraño al geógrafo o al cartógrafo, que la utilizan para mejorar sus viejos procedimientos, los cuales siguen siendo, en el fondo, los mismos de siempre. Este enfoque es el que hace que la expresión espacial de cualquier variable a través de los mapas, se siga desarrollando pensando en la representación gráfica en papel, concibiendo la herramienta como un instrumento para “dibujar” adecuadamente, según cánones preestablecidos (a veces desde hace siglos) las variables espacializadas. No existe, en este caso, ningún análisis conceptual nuevo como podría suponerse al disponer de un nuevo conocimiento derivable de la utilización de estas nuevas tecnologías. Bajo esta utilización las personas o centros que la emplean se

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convierten en acumuladores de “capas de información” geográfica que facilitan el uso de este tipo de variables por nuevos usuarios que incrementan, a su vez, el cúmulo de información existente, pero sin mantener ningún modelo conceptual que dé sentido a esta acumulación de información. Cuando la utilización es sectorial, para una cuestión concreta, la tecnología se ve arropada por los modelos conceptuales clásicos del sector de información que se analice y en este aspecto concreto estas nuevas tecnologías sí pueden dar lustre y esplendor a lo que ya antes se venía haciendo con otras herramientas menos vistosas. Pero cuando el uso tiende a ser global, como por lo general es el análisis geográfico territorial, este enfoque sólo utiliza la herramienta en su vertiente mecánica, mermando la enorme potencialidad que estas tecnologías tienen como innovadoras en el análisis de las relaciones espaciales y como promotoras de un nuevo modelo conceptual de dichas relaciones y con ello del enfoque de los problemas territoriales y de la propia Cartografía. Bajo esta segunda vertiente sí que es imprescindible llenar de contenido las palabras “Sistema de Información Geográfica”, que dejan de tener, como en el caso de la primera acepción, el sentido de herramienta informática (el software S.I.G.), para convertirse en un nuevo concepto de análisis espacial de la información geográfica, la cual está pensada en su creación y uso, “ex - inicio”, como conjunto de variables vinculadas espacio-temporalmente para permitir el análisis de la realidad que nos rodea. Ninguna información puede ser introducida en dicho concepto de Sistema de Información Geográfica sin que previamente se hayan analizado todas sus posibles relaciones en el espacio y el tiempo con otras variables que previamente existiesen en dicho Sistema. En esta segunda y, por ahora, poco extendida forma de entender el uso de estas tecnologías para el análisis territorial, resulta, por ejemplo, poco esencial el mantener las “formas” y aspectos de las representaciones cartográficas convencionales. Incluso el propio concepto de la Cartografía como máxima expresión de la representación de relaciones geográficas sufre un cambio de enfoque, siendo esencial la innovación conceptual de la Cartografía.

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Si consideramos lo dicho anteriormente, es evidente que en los momentos actuales, y cada vez más, se produce una utilización más extendida de estas tecnologías de análisis espacial, pero, casi siempre, desde el primer enfoque de herramienta, no existiendo, salvo casos excepcionales, enfoques conceptuales que permitan hablar de verdaderos Sistemas de Información Geográfica. Podríamos decir que comienzan a existir “Bancos de Información Geográfica” (extensivas compilaciones de Información Geográfica digitalizados), que pueden ser utilizados por herramientas como los S.I.G., pero que existen muy pocos Sistemas de Información Geográfica en los que un modelo conceptual condicione la creación y análisis de todas las variables que en él se integran.

Pero si más allá de estas reflexiones iniciales que reflejan la evolución que está sufriendo el tratamiento de la información geográfica en el análisis territorial, planteamos algunas de las condiciones que debiera de cumplir, hoy en día, la información necesaria para poder llevar a cabo un análisis y evaluación territorial, comprenderemos el porqué de la contribución trascendental de las nuevas tecnologías de la información geográfica y su papel en la transformación de los conceptos cartográficos. En primer lugar es preciso considerar que se necesita una información expresada en el espacio en el que se inserta y con el que se relaciona. Toda información geográfica, para que pueda integrarse con cualquier otro tipo de parámetros, debe de estar referenciada cartográficamente. Los mapas se constituyen, así, en un elemento básico de cualquier análisis territorial en la actualidad. La nueva tecnología de los S.I.G. maneja, siempre en ordenador, información espacial, lo que obliga a tener un cuidado exquisito en la localización cartográfica de cualquier información a emplear. La precisión métrica que antes era mencionada como el punto débil de la información geográfica espacializada y agrupada en la Cartografía temática, es hoy tan correcta como la de la Cartografía básica, gracias a estas nuevas tecnologías. En segundo lugar, hay que tener en cuenta que el hombre ha alterado los ciclos de la naturaleza acelerando extraordinariamente sus ritmos de cambio. Hasta hace pocos años se concebía que el decenio era un ciclo adecuado para al

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análisis territorial global, y a éste se acomodaban los análisis clásicos, haciéndose censos, vuelos aéreos, cartografía de usos de suelo, etc. Hoy los ritmos de alteración del territorio, por la actuación del hombre, se han acelerado y es preciso utilizar técnicas y procedimientos que respondan mejor a estos nuevos ciclos. A este respecto, una nueva tecnología, como es la Teledetección, contribuye con su capacidad de análisis multitemporal, a obviar este problema desde el punto de vista de la información sobre el medio. Pero además, es preciso considerar que pocas veces se ha contemplado en el análisis espacial, que el territorio, sobre todo en regiones mediterráneas, tiene unos ciclos alternantes muy acentuados que se alejan de las visiones estáticas que ofrecían los documentos cartográficos convencionales. Estos ciclos alternantes rigen la dinámica vital de nuestro entorno, y sólo con instrumentos como la Teledetección espacial y la tecnología S.I.G. es posible, hoy en día, controlar, de forma adecuada, la evolución anual de los ciclos en el territorio. En tercer lugar, la nueva concepción del territorio que nos rodea, plasmada en la creación de la disciplina medioambiental, nos obliga a disponer de nueva información sobre él. La información clásica, segmentada disciplinarmente no contribuye suficientemente al conocimiento de la realidad sintética ambiental. Es preciso disponer de información interrelacionada en el tiempo y el espacio de las temáticas más variadas. Es necesario asumir un cambio en los enfoques clásicos con los que venía generándose información sobre el territorio, para permitir, así, un análisis adecuado de esta nueva situación. Un sencillo ejemplo puede evidenciar esta imperiosa necesidad:

  • El territorio no urbano y los espacios naturales en particular, han dejado de ser espacios de no actuación o santuarios en los que la conservación es absoluta, pasando a ser zonas sometidas a extraordinarias presiones exteriores e interiores, cuya dinámica supera, con creces, los procedimientos convencionales de análisis espacial.

  • El hecho de que la referencia espacial básica, la Cartografía topográfica, haya sido concebida, siempre, como una herramienta de trabajo al servicio

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del urbanismo, la obra pública, la agricultura o el ejército, ha dado lugar a la creación de modelos cartográficos que, en numerosas ocasiones, no recogen las necesidades que se plantean desde un enfoque ambiental. Así, las zonas húmedas litorales, zonas sin actividad humana, por excelencia, se ven desprovistas del documento de partida básico en el que, si analizamos un mapa topográfico de cualquier zona de marismas, sólo dispondremos de algunas referencias planimétricas y algunas cotas altimétricas (siempre de orden métrico), cualquiera que sea la escala de representación. Por el contrario, una zona urbana o de regadío, a la misma escala, sí tiene bien establecidos todos los elementos de representación necesarios para la gestión de esos territorios. Podríamos concluir que las escalas a las que se ha dado respuesta a las necesidades de información de los espacios naturales, no han superado nunca el análisis a nivel semi-detallado, pero con unos contenidos informativos que sólo llegan a recoger datos a un nivel somero de reconocimiento territorial. Con este tipo de elementos de base resulta complicada la referenciación correcta de la información geográfica derivada del análisis efectuado desde esa disciplina territorial emergente que se llama medio ambiente, si consideramos la necesidad de manejar ésta de un modo integrado, (Moreira, J.M. 1995). Hay que añadir que la Cartografía temática convencional no se suele expresar con fines de integración de información, sino como documentos aislados, perdiendo, así, gran parte de sus posibilidades de uso en la gestión territorial integrada. Por otra parte, disciplinas integradoras, como el medio ambiente, requieren hacer un análisis del continuun territorial, de forma que, por ejemplo, no exista discontinuidad entre lo marino y lo terrestre o, en términos cartográficos, entre lo náutico y lo topográfico. El mar es un espacio que tiene continuidad con la superficie terrestre siendo, además, un lugar de interrelación constante física y humana que requiere de un nuevo enfoque de análisis y representación alejado de lo que las convenciones cartográficas tradicionales vienen ofreciendo. La discontinuidad del cero hidrográfico y del cero topográfico

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debe ser obviada, dando continuidad topográfica al fondo marino y a la superficie terrestre. Asimismo, las nuevas tecnologías están convirtiendo en obsoletas situaciones que el concepto tradicional cartográfico sigue manteniendo, como son las restricciones al conocimiento territorial condicionadas por censuras militares que prohiben o restringen los levantamientos de información en áreas, a veces, muy extensas y que contrastan con las posibilidades de adquirir comercialmente en el mercado internacional y generar ortimágenes con un metro de resolución de esos mismos territorios. Por otra parte, al extenderse el ámbito, no sólo de los usuarios, sino de los potenciales generadores de Cartografía, se corre el riesgo de dar lugar a un caos de información espacial. Ahora más que nunca, se necesita una “autoridad” que normalice procesos de creación de información y supere las ya clásicas normas del trazado cartográfico que se resumen en el 0,2 mm. a la escala del mapa. Las nuevas tecnologías permiten y requieren el uso de normas de validación y calidad de la información espacial que no pueden estar vinculadas exclusivamente a las normas de representación, sino que tienen que llegar hasta la esencia estadística de la información que se elabore. Nos asomamos al siglo XXI con un flujo de información geográfica creciente. El reto es transformarla en conocimiento territorial evitando un almacenamiento improductivo. A este respecto, hasta ahora las representaciones cartográficas básicas o temáticas, no se consideraban informaciones relativas a una abstracción o interpretación del espacio y como tal susceptible de unos márgenes de error. Lo que aparecía en los mapas había que creerlo sin más por el hecho de responder a una hipotética “realidad” territorial. Hoy, las nuevas tecnologías de la información permiten evaluar el nivel de confianza y el margen de error cometido al elaborar esa información espacial en que se han convertido los mapas. No sólo son mensurables los errores de trazado y posición en el espacio, que de un modo u otro siempre se han considerado como propios a contemplar por la Cartografía, sino que los contenidos de información espacial son evaluables por procedimientos de estadística espacial, de forma que cada clase de

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la leyenda de un mapa, básico o temático, debería ir acompañada de su estimación de error. De este modo, por ejemplo, un mapa de usos del suelo, de vegetación, suelos, geología,..., se integrará con su correspondiente validación y margen de confianza espacial, porque ya no utilizamos o deberíamos utilizar los mapas como la representación, sin más, de una variable, sino como una

información alfanumérica combinable con cualquier otro parámetro físico- numérico.

Los mapas han reflejado siempre las preocupaciones fundamentales de la sociedad con relación a las estructuras territoriales, de modo que límites administrativos y jurisdiccionales, así como variables singulares de interés para el control militar o la obra de ingeniería, siempre han sido protagonistas, en nuestra sociedad, del mapa. Los mapas topográficos han sido, como mapas de representación general del territorio, una elección para representar el sistema global de organización de nuestro entorno. El mapa como mirada de una sociedad, a través de un cartógrafo, sobre el mundo, establece y fija, para las generaciones que lo utilizan, un cierto sistema de conocimiento. ¿Cuántas generaciones de españoles que han analizado desde la escuela mapas generales del país, en una época en que se imponía la voluntad de instituir sobre España un gobierno centralizado apoyado en una estructura administrativa que daba la preeminencia a provincias y municipios y a las vías de comunicación, pueden dudar que esa es, efectivamente, la única forma adecuada y lógica de análisis territorial del país?. Ese esquema se ha trasladado hoy a cada Comunidad Autónoma del Estado, desde las que se plantea la misma visión descentralizadora hacia el Estado y centralizadora hacia el interior de la Comunidad. Pero, hay algo que es también evidente, en la historia de las sociedades no ha habido muchos grandes tipos de mapas y ello es así porque un mapa, como imagen de la sociedad, sólo nace tras una revolución profunda de la visión del mundo. El mapa la fija y la impone durante largo tiempo. Hoy, nuevas tecnologías de la información y una nueva visión de nuestro entorno a través de análisis conceptuales novedosos desde el medio ambiente y de sistemas de

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relaciones globalizadoras (turismo, geo-comercio,...), están dando lugar a esa nueva visión del mundo que precisa de unas nuevas representaciones espaciales diferentes a los mapas clásicos. Es necesario, por consiguiente, generar información estadística y cartográfica básica y temática con nuevos criterios que permitan una mejor capacidad de análisis territorial. Pero es también preciso acomodar las sistemáticas de levantamiento de información sobe los recursos naturales y la actividad del hombre, a nuevos procedimientos metodológicos que permitan sobrepasar las abstracciones mentales sectoriales que los mapas (básicos o temáticos) o la estadística tradicional suponen, para aproximarnos a la compleja realidad territorial integradora en el tiempo y en el espacio de todo tipo de factores. En todas estas cuestiones la aportación, de las nuevas tecnologías de la información es esencial y es en la definición de modelos conceptuales del sistema de relaciones espaciales donde se encuentra, en la actualidad, el reto para pasar del uso de la herramienta S.I.G. a la verdadera utilización operativa de un Sistema de Información Geográfica.

KR

EVOLUCIÓN RECIENTE EN EL TRATAMIENTO DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA PARA EL ANÁLISIS TERRITORIAL. La eclosión de nuevas tecnologías de la información relacionadas con el análisis territorial, como son los Sistemas de Información Geográfica y la Teledetección han supuesto, en ámbitos restringidos por ahora y deberían suponer en la generalidad del análisis geográfico, una revolución en la propia definición, concepción y aceptación de disciplinas que como la Geografía o la Cartografía ahora sí pueden crear datos e informaciones propias obtenidas con procedimientos y herramientas que desde otras disciplinas son aceptados al mismo nivel que las mediciones que la física o la química aportan a los datos obtenidos por las mismas. Pero hay que añadir, además, que estas nuevas tecnologías no son sólo unas herramientas que permiten obtener datos geográficos de calidad, sino que son la plasmación misma del objetivo de la Geografía, la explicación de fenómenos y variables a través de la interrelación en el espacio y el tiempo de los recursos naturales y la actividad humana.. No obstante, no es así como, por lo general, se está entendiendo el papel de estas nuevas tecnologías. Se debería de haber producido una verdadera revolución en la concepción del análisis geográfico y de la Cartografía, no sólo, como es lo normal, un uso de herramientas más o menos complicadas como meros instrumentos. Es así como estas tecnologías lejos de haber sido asumidas conceptualmente, y con ello asociadas consustancialmente, desde fuera y desde

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dentro, con la Geografía y la Cartografía, se han convertido en herramientas técnicas que son utilizadas por los geógrafos y los cartógrafos, como por otros profesionales, para realizar más cómodamente, con un barniz de modernidad, los mismos análisis que hasta el presente se venían realizando. Se puede estar perdiendo, así, una oportunidad extraordinaria de revolucionar el análisis geográfico tradicional y la Cartografía y de consolidar, con ello, métodos de análisis basados en nuevos modelos conceptuales de la relación espacio-temporal de los fenómenos que acontecen en la Tierra. Esta visión de las nuevas tecnologías como meras herramientas denota una incomprensión de lo que realmente las mismas aportan como nuevo enfoque geográfico. El cambio de enfoque se podría simplificar en un ámbito como el cartográfico, por ejemplo, en que no basta con digitalizar un mapa que ya existe y derivar de él información geográfica con el uso de estas tecnologías, sino que hay que crear un nuevo concepto de Cartografía a partir de la nueva información geográfica que estas tecnologías permiten generar ahora. La utilización de estos nuevos procedimientos para llevar a cabo análisis espaciales puede tener dos vertientes hoy en día. Una, la más extendida, sólo contempla el aspecto más anecdótico de estas técnicas, convirtiéndolas en un apoyo de los procedimientos convencionales del análisis geográfico y sin plantear ningún cambio conceptual o metodológico en el análisis de los temas sobre los que se construye la información geográfica. Bajo este enfoque, por ejemplo, la tecnología no deja de ser un elemento extraño al geógrafo o al cartógrafo, que la utilizan para mejorar sus viejos procedimientos, los cuales siguen siendo, en el fondo, los mismos de siempre. Este enfoque es el que hace que la expresión espacial de cualquier variable a través de los mapas, se siga desarrollando pensando en la representación gráfica en papel, concibiendo la herramienta como un instrumento para “dibujar” adecuadamente, según cánones preestablecidos (a veces desde hace siglos) las variables espacializadas. No existe, en este caso, ningún análisis conceptual nuevo como podría suponerse al disponer de un nuevo conocimiento derivable de la utilización de estas nuevas tecnologías. Bajo esta utilización las personas o centros que la emplean se

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convierten en acumuladores de “capas de información” geográfica que facilitan el uso de este tipo de variables por nuevos usuarios que incrementan, a su vez, el cúmulo de información existente, pero sin mantener ningún modelo conceptual que dé sentido a esta acumulación de información. Cuando la utilización es sectorial, para una cuestión concreta, la tecnología se ve arropada por los modelos conceptuales clásicos del sector de información que se analice y en este aspecto concreto estas nuevas tecnologías sí pueden dar lustre y esplendor a lo que ya antes se venía haciendo con otras herramientas menos vistosas. Pero cuando el uso tiende a ser global, como por lo general es el análisis geográfico territorial, este enfoque sólo utiliza la herramienta en su vertiente mecánica, mermando la enorme potencialidad que estas tecnologías tienen como innovadoras en el análisis de las relaciones espaciales y como promotoras de un nuevo modelo conceptual de dichas relaciones y con ello del enfoque de los problemas territoriales y de la propia Cartografía. Bajo esta segunda vertiente sí que es imprescindible llenar de contenido las palabras “Sistema de Información Geográfica”, que dejan de tener, como en el caso de la primera acepción, el sentido de herramienta informática (el software S.I.G.), para convertirse en un nuevo concepto de análisis espacial de la información geográfica, la cual está pensada en su creación y uso, “ex - inicio”, como conjunto de variables vinculadas espacio-temporalmente para permitir el análisis de la realidad que nos rodea. Ninguna información puede ser introducida en dicho concepto de Sistema de Información Geográfica sin que previamente se hayan analizado todas sus posibles relaciones en el espacio y el tiempo con otras variables que previamente existiesen en dicho Sistema. En esta segunda y, por ahora, poco extendida forma de entender el uso de estas tecnologías para el análisis territorial, resulta, por ejemplo, poco esencial el mantener las “formas” y aspectos de las representaciones cartográficas convencionales. Incluso el propio concepto de la Cartografía como máxima expresión de la representación de relaciones geográficas sufre un cambio de enfoque, siendo esencial la innovación conceptual de la Cartografía.

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Si consideramos lo dicho anteriormente, es evidente que en los momentos actuales, y cada vez más, se produce una utilización más extendida de estas tecnologías de análisis espacial, pero, casi siempre, desde el primer enfoque de herramienta, no existiendo, salvo casos excepcionales, enfoques conceptuales que permitan hablar de verdaderos Sistemas de Información Geográfica. Podríamos decir que comienzan a existir “Bancos de Información Geográfica” (extensivas compilaciones de Información Geográfica digitalizados), que pueden ser utilizados por herramientas como los S.I.G., pero que existen muy pocos Sistemas de Información Geográfica en los que un modelo conceptual condicione la creación y análisis de todas las variables que en él se integran.

Pero si más allá de estas reflexiones iniciales que reflejan la evolución que está sufriendo el tratamiento de la información geográfica en el análisis territorial, planteamos algunas de las condiciones que debiera de cumplir, hoy en día, la información necesaria para poder llevar a cabo un análisis y evaluación territorial, comprenderemos el porqué de la contribución trascendental de las nuevas tecnologías de la información geográfica y su papel en la transformación de los conceptos cartográficos. En primer lugar es preciso considerar que se necesita una información expresada en el espacio en el que se inserta y con el que se relaciona. Toda información geográfica, para que pueda integrarse con cualquier otro tipo de parámetros, debe de estar referenciada cartográficamente. Los mapas se constituyen, así, en un elemento básico de cualquier análisis territorial en la actualidad. La nueva tecnología de los S.I.G. maneja, siempre en ordenador, información espacial, lo que obliga a tener un cuidado exquisito en la localización cartográfica de cualquier información a emplear. La precisión métrica que antes era mencionada como el punto débil de la información geográfica espacializada y agrupada en la Cartografía temática, es hoy tan correcta como la de la Cartografía básica, gracias a estas nuevas tecnologías. En segundo lugar, hay que tener en cuenta que el hombre ha alterado los ciclos de la naturaleza acelerando extraordinariamente sus ritmos de cambio. Hasta hace pocos años se concebía que el decenio era un ciclo adecuado para al

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análisis territorial global, y a éste se acomodaban los análisis clásicos, haciéndose censos, vuelos aéreos, cartografía de usos de suelo, etc. Hoy los ritmos de alteración del territorio, por la actuación del hombre, se han acelerado y es preciso utilizar técnicas y procedimientos que respondan mejor a estos nuevos ciclos. A este respecto, una nueva tecnología, como es la Teledetección, contribuye con su capacidad de análisis multitemporal, a obviar este problema desde el punto de vista de la información sobre el medio. Pero además, es preciso considerar que pocas veces se ha contemplado en el análisis espacial, que el territorio, sobre todo en regiones mediterráneas, tiene unos ciclos alternantes muy acentuados que se alejan de las visiones estáticas que ofrecían los documentos cartográficos convencionales. Estos ciclos alternantes rigen la dinámica vital de nuestro entorno, y sólo con instrumentos como la Teledetección espacial y la tecnología S.I.G. es posible, hoy en día, controlar, de forma adecuada, la evolución anual de los ciclos en el territorio. En tercer lugar, la nueva concepción del territorio que nos rodea, plasmada en la creación de la disciplina medioambiental, nos obliga a disponer de nueva información sobre él. La información clásica, segmentada disciplinarmente no contribuye suficientemente al conocimiento de la realidad sintética ambiental. Es preciso disponer de información interrelacionada en el tiempo y el espacio de las temáticas más variadas. Es necesario asumir un cambio en los enfoques clásicos con los que venía generándose información sobre el territorio, para permitir, así, un análisis adecuado de esta nueva situación. Un sencillo ejemplo puede evidenciar esta imperiosa necesidad:

  • El territorio no urbano y los espacios naturales en particular, han dejado de ser espacios de no actuación o santuarios en los que la conservación es absoluta, pasando a ser zonas sometidas a extraordinarias presiones exteriores e interiores, cuya dinámica supera, con creces, los procedimientos convencionales de análisis espacial.

  • El hecho de que la referencia espacial básica, la Cartografía topográfica, haya sido concebida, siempre, como una herramienta de trabajo al servicio

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del urbanismo, la obra pública, la agricultura o el ejército, ha dado lugar a la creación de modelos cartográficos que, en numerosas ocasiones, no recogen las necesidades que se plantean desde un enfoque ambiental. Así, las zonas húmedas litorales, zonas sin actividad humana, por excelencia, se ven desprovistas del documento de partida básico en el que, si analizamos un mapa topográfico de cualquier zona de marismas, sólo dispondremos de algunas referencias planimétricas y algunas cotas altimétricas (siempre de orden métrico), cualquiera que sea la escala de representación. Por el contrario, una zona urbana o de regadío, a la misma escala, sí tiene bien establecidos todos los elementos de representación necesarios para la gestión de esos territorios. Podríamos concluir que las escalas a las que se ha dado respuesta a las necesidades de información de los espacios naturales, no han superado nunca el análisis a nivel semi-detallado, pero con unos contenidos informativos que sólo llegan a recoger datos a un nivel somero de reconocimiento territorial. Con este tipo de elementos de base resulta complicada la referenciación correcta de la información geográfica derivada del análisis efectuado desde esa disciplina territorial emergente que se llama medio ambiente, si consideramos la necesidad de manejar ésta de un modo integrado, (Moreira, J.M. 1995). Hay que añadir que la Cartografía temática convencional no se suele expresar con fines de integración de información, sino como documentos aislados, perdiendo, así, gran parte de sus posibilidades de uso en la gestión territorial integrada. Por otra parte, disciplinas integradoras, como el medio ambiente, requieren hacer un análisis del continuun territorial, de forma que, por ejemplo, no exista discontinuidad entre lo marino y lo terrestre o, en términos cartográficos, entre lo náutico y lo topográfico. El mar es un espacio que tiene continuidad con la superficie terrestre siendo, además, un lugar de interrelación constante física y humana que requiere de un nuevo enfoque de análisis y representación alejado de lo que las convenciones cartográficas tradicionales vienen ofreciendo. La discontinuidad del cero hidrográfico y del cero topográfico

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debe ser obviada, dando continuidad topográfica al fondo marino y a la superficie terrestre. Asimismo, las nuevas tecnologías están convirtiendo en obsoletas situaciones que el concepto tradicional cartográfico sigue manteniendo, como son las restricciones al conocimiento territorial condicionadas por censuras militares que prohiben o restringen los levantamientos de información en áreas, a veces, muy extensas y que contrastan con las posibilidades de adquirir comercialmente en el mercado internacional y generar ortimágenes con un metro de resolución de esos mismos territorios. Por otra parte, al extenderse el ámbito, no sólo de los usuarios, sino de los potenciales generadores de Cartografía, se corre el riesgo de dar lugar a un caos de información espacial. Ahora más que nunca, se necesita una “autoridad” que normalice procesos de creación de información y supere las ya clásicas normas del trazado cartográfico que se resumen en el 0,2 mm. a la escala del mapa. Las nuevas tecnologías permiten y requieren el uso de normas de validación y calidad de la información espacial que no pueden estar vinculadas exclusivamente a las normas de representación, sino que tienen que llegar hasta la esencia estadística de la información que se elabore. Nos asomamos al siglo XXI con un flujo de información geográfica creciente. El reto es transformarla en conocimiento territorial evitando un almacenamiento improductivo. A este respecto, hasta ahora las representaciones cartográficas básicas o temáticas, no se consideraban informaciones relativas a una abstracción o interpretación del espacio y como tal susceptible de unos márgenes de error. Lo que aparecía en los mapas había que creerlo sin más por el hecho de responder a una hipotética “realidad” territorial. Hoy, las nuevas tecnologías de la información permiten evaluar el nivel de confianza y el margen de error cometido al elaborar esa información espacial en que se han convertido los mapas. No sólo son mensurables los errores de trazado y posición en el espacio, que de un modo u otro siempre se han considerado como propios a contemplar por la Cartografía, sino que los contenidos de información espacial son evaluables por procedimientos de estadística espacial, de forma que cada clase de

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la leyenda de un mapa, básico o temático, debería ir acompañada de su estimación de error. De este modo, por ejemplo, un mapa de usos del suelo, de vegetación, suelos, geología,..., se integrará con su correspondiente validación y margen de confianza espacial, porque ya no utilizamos o deberíamos utilizar los mapas como la representación, sin más, de una variable, sino como una

información alfanumérica combinable con cualquier otro parámetro físico- numérico.

Los mapas han reflejado siempre las preocupaciones fundamentales de la sociedad con relación a las estructuras territoriales, de modo que límites administrativos y jurisdiccionales, así como variables singulares de interés para el control militar o la obra de ingeniería, siempre han sido protagonistas, en nuestra sociedad, del mapa. Los mapas topográficos han sido, como mapas de representación general del territorio, una elección para representar el sistema global de organización de nuestro entorno. El mapa como mirada de una sociedad, a través de un cartógrafo, sobre el mundo, establece y fija, para las generaciones que lo utilizan, un cierto sistema de conocimiento. ¿Cuántas generaciones de españoles que han analizado desde la escuela mapas generales del país, en una época en que se imponía la voluntad de instituir sobre España un gobierno centralizado apoyado en una estructura administrativa que daba la preeminencia a provincias y municipios y a las vías de comunicación, pueden dudar que esa es, efectivamente, la única forma adecuada y lógica de análisis territorial del país?. Ese esquema se ha trasladado hoy a cada Comunidad Autónoma del Estado, desde las que se plantea la misma visión descentralizadora hacia el Estado y centralizadora hacia el interior de la Comunidad. Pero, hay algo que es también evidente, en la historia de las sociedades no ha habido muchos grandes tipos de mapas y ello es así porque un mapa, como imagen de la sociedad, sólo nace tras una revolución profunda de la visión del mundo. El mapa la fija y la impone durante largo tiempo. Hoy, nuevas tecnologías de la información y una nueva visión de nuestro entorno a través de análisis conceptuales novedosos desde el medio ambiente y de sistemas de

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relaciones globalizadoras (turismo, geo-comercio,...), están dando lugar a esa nueva visión del mundo que precisa de unas nuevas representaciones espaciales diferentes a los mapas clásicos. Es necesario, por consiguiente, generar información estadística y cartográfica básica y temática con nuevos criterios que permitan una mejor capacidad de análisis territorial. Pero es también preciso acomodar las sistemáticas de levantamiento de información sobe los recursos naturales y la actividad del hombre, a nuevos procedimientos metodológicos que permitan sobrepasar las abstracciones mentales sectoriales que los mapas (básicos o temáticos) o la estadística tradicional suponen, para aproximarnos a la compleja realidad territorial integradora en el tiempo y en el espacio de todo tipo de factores. En todas estas cuestiones la aportación, de las nuevas tecnologías de la información es esencial y es en la definición de modelos conceptuales del sistema de relaciones espaciales donde se encuentra, en la actualidad, el reto para pasar del uso de la herramienta S.I.G. a la verdadera utilización operativa de un Sistema de Información Geográfica.